Por Xosean...
Corrimos con la misma aprehensión que tendríamos si nos persiguiera un terrorista chiíta, pero con la alegría del niño que oye la chicharra y sale al recreo desbocado.
La Plaza ya nos era familiar y no por los toros, sino porque ahí el viejo Tigre hispano ya nos había enseñado lo que era esperar dos horas bajo la lluvia para escuchar un auténtico maestro del rock en español.
Como siempre el contenido de nuestros bolsillos nos llevó a la parte más alta del coso y aunque nunca se llenó, no nos detuvimos hasta encontrar el mejor lugar disponible, justo en la barandilla del tercer piso, donde el embudo provoca vertigo con sólo asomar la nariz.
Ese 20 de febrero de 1988, Simón y yo no encontramos eco en nuestros compinches y fuimos a ver en binomio a Nacha Pop, Danza Invisible y Kerigma, pero eso traía una vergonzosa historia detrás.
Mi estupidez juvenil me había hecho regalarle a una chava los dos boletos de "abajo" con la inocente esperanza de que con ello se fijara en mí. Los compré con una quincena de sueldo completa pensando en ir con ella y cuando los vio se aventó como pantera, le gritó a su hermano que ya podía estar tranquilo, porque ya no se perderían a Danza Invisible, su grupo preferido.
Menso a mis 17 añitos no dije: "¡Hey!, ¿cómo que con tu hermano?". Cogí lo que me quedaba de dignidad, que no era mucho, cargué con dos toneladas de vergüenza y me abrí paso entre la desvergüenza de ella y me fui a mi casa.
Al otro día con lo poco que me quedó, de dinero, porque la dignidad se me cayó en el camino, hablé a Simón y le propuse que fuéramos a ver si de casualidad encontrábamos dos boletos baratos para el concierto.
Total, los conseguimos y entramos. Ahí desde el balcón, la tristeza de la babosada cometida me duró un rato mientras Kerigma, uno de los grupos más finos del rock mexicano y quizás a uno de los que menos justicia se la ha hecho, entonaba "Sin rumbo", "Mi espera" y "Nena" (no pidas si no vas a dar). Su cantante, Sergio Silva (al que nosotros le decíamos el insepulto por su cara de muerto de tres días) me recordaba lo tarado que había sido, aunque cantara "Juana la Loca".
Luego vino Danza Invisible, grupete de baturros de poca monta, cuyo único mérito era aquella de "Sin aliento". ¿Y para esto me dejé arrebatar los boletos? Malísimos. De plano nadie los peló y todavía se atrevieron a pedirnos que cantáramos con ellos. "¡Pues pásenos las letras!", les gritó Simón y hasta la fecha me cago de la risa cuando lo recordamos.
"Hemos llegado de Madrid y nos hemos encontrado con una ciudad impresionante, interminable, no se acaban las calles", con estas palabras nos recibió Antonio Vega y empezó esa gran canción. Fue impresionante.
Por primera vez en nuestras vidas escuchamos en vivo, "Décima de segundo" (pufffff), "Vístete","Persiguie ndo Sombras", "Grité una Noche", "Relojes en la oscuridad", "Lágrimas al suelo", "Asustado estoy", "Desordenada habitación". Se mezclaban el pop lúcido de Nacho con el nostálgico rock, lleno de poesía y con letras que si acaso se pueden comparar con lo que Santiago Auserón hacía con Radio Futura. Un manjar similar a un merengue que pones sobre la lengua y se va desintegrando pero llenado de placer la papilas gustativas del alma.
Casi para cerrar, vino el grito que dimos cuando la guitarra de Vega empieza a ser rasgada por las notas de "Lucha de gigantes" me sacó los ojos de sus cuencas. Estoy seguro que ese día estaba ahí Alejandro González Iñarritu sentado junto a Lyn Fainchtein y pensaron sin decirse nada, el día que haga una película, no sé cómo, no sé por qué esta canción será el soundtrack. Afortunadamente existieron los Amores Perros y muchos que nacieron después o que no se habían dado cuenta de ellos, conocieron a Nacha Pop. Jamás volvieron a dar un concierto en México o América Latina, ahora más que nunca esto merece aquella definición de un momento irrepetible.
De mi dignidad, mi sufrimiento y todo lo demás, no hubo más, aquélla pérfida ratera fue un último recuerdo que no volvió desde que Antonio nos cantó "Chica de ayer", y eso fue, aunque todavía era hoy, ella ya era de ayer.
PD: Hoy murió Antonio Vega y me pegó. Cuando Cyn me lo dijo en la mañana yo pensé que había sido Nacho Vega, su primo, pero cuando supe que era él, me volvió a pegar. La maldita heroína lo arrastró como amarrado a un tren, pero su genio irrepetible no es ochentero o de la movida es, para quien lo quiera escuchar, clásico. Verlo en su última aparición en TV antes de cumplir los 51, con los que se iría a calacas, me conmovió como a Bosé.
Véanlo, la canción es entrañable.
La Plaza ya nos era familiar y no por los toros, sino porque ahí el viejo Tigre hispano ya nos había enseñado lo que era esperar dos horas bajo la lluvia para escuchar un auténtico maestro del rock en español.
Como siempre el contenido de nuestros bolsillos nos llevó a la parte más alta del coso y aunque nunca se llenó, no nos detuvimos hasta encontrar el mejor lugar disponible, justo en la barandilla del tercer piso, donde el embudo provoca vertigo con sólo asomar la nariz.
Ese 20 de febrero de 1988, Simón y yo no encontramos eco en nuestros compinches y fuimos a ver en binomio a Nacha Pop, Danza Invisible y Kerigma, pero eso traía una vergonzosa historia detrás.
Mi estupidez juvenil me había hecho regalarle a una chava los dos boletos de "abajo" con la inocente esperanza de que con ello se fijara en mí. Los compré con una quincena de sueldo completa pensando en ir con ella y cuando los vio se aventó como pantera, le gritó a su hermano que ya podía estar tranquilo, porque ya no se perderían a Danza Invisible, su grupo preferido.
Menso a mis 17 añitos no dije: "¡Hey!, ¿cómo que con tu hermano?". Cogí lo que me quedaba de dignidad, que no era mucho, cargué con dos toneladas de vergüenza y me abrí paso entre la desvergüenza de ella y me fui a mi casa.
Al otro día con lo poco que me quedó, de dinero, porque la dignidad se me cayó en el camino, hablé a Simón y le propuse que fuéramos a ver si de casualidad encontrábamos dos boletos baratos para el concierto.
Total, los conseguimos y entramos. Ahí desde el balcón, la tristeza de la babosada cometida me duró un rato mientras Kerigma, uno de los grupos más finos del rock mexicano y quizás a uno de los que menos justicia se la ha hecho, entonaba "Sin rumbo", "Mi espera" y "Nena" (no pidas si no vas a dar). Su cantante, Sergio Silva (al que nosotros le decíamos el insepulto por su cara de muerto de tres días) me recordaba lo tarado que había sido, aunque cantara "Juana la Loca".
Luego vino Danza Invisible, grupete de baturros de poca monta, cuyo único mérito era aquella de "Sin aliento". ¿Y para esto me dejé arrebatar los boletos? Malísimos. De plano nadie los peló y todavía se atrevieron a pedirnos que cantáramos con ellos. "¡Pues pásenos las letras!", les gritó Simón y hasta la fecha me cago de la risa cuando lo recordamos.
"Hemos llegado de Madrid y nos hemos encontrado con una ciudad impresionante, interminable, no se acaban las calles", con estas palabras nos recibió Antonio Vega y empezó esa gran canción. Fue impresionante.
Por primera vez en nuestras vidas escuchamos en vivo, "Décima de segundo" (pufffff), "Vístete","Persiguie ndo Sombras", "Grité una Noche", "Relojes en la oscuridad", "Lágrimas al suelo", "Asustado estoy", "Desordenada habitación". Se mezclaban el pop lúcido de Nacho con el nostálgico rock, lleno de poesía y con letras que si acaso se pueden comparar con lo que Santiago Auserón hacía con Radio Futura. Un manjar similar a un merengue que pones sobre la lengua y se va desintegrando pero llenado de placer la papilas gustativas del alma.
Casi para cerrar, vino el grito que dimos cuando la guitarra de Vega empieza a ser rasgada por las notas de "Lucha de gigantes" me sacó los ojos de sus cuencas. Estoy seguro que ese día estaba ahí Alejandro González Iñarritu sentado junto a Lyn Fainchtein y pensaron sin decirse nada, el día que haga una película, no sé cómo, no sé por qué esta canción será el soundtrack. Afortunadamente existieron los Amores Perros y muchos que nacieron después o que no se habían dado cuenta de ellos, conocieron a Nacha Pop. Jamás volvieron a dar un concierto en México o América Latina, ahora más que nunca esto merece aquella definición de un momento irrepetible.
De mi dignidad, mi sufrimiento y todo lo demás, no hubo más, aquélla pérfida ratera fue un último recuerdo que no volvió desde que Antonio nos cantó "Chica de ayer", y eso fue, aunque todavía era hoy, ella ya era de ayer.
PD: Hoy murió Antonio Vega y me pegó. Cuando Cyn me lo dijo en la mañana yo pensé que había sido Nacho Vega, su primo, pero cuando supe que era él, me volvió a pegar. La maldita heroína lo arrastró como amarrado a un tren, pero su genio irrepetible no es ochentero o de la movida es, para quien lo quiera escuchar, clásico. Verlo en su última aparición en TV antes de cumplir los 51, con los que se iría a calacas, me conmovió como a Bosé.
Véanlo, la canción es entrañable.
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